22 ENE 2013 00:00h
EN FOCO
- Por ALCADIO OÑA – Clarin
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- aona@clarin.com
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Decía Néstor Kirchner en noviembre de 2008, cuando fue estatizado el sistema previsional: “ Es un hecho histórico. Se terminó el saqueo. Hemos honrado la memoria de nuestros jubilados”. Y Amado Boudou, por entonces director de la ANSeS y cerebro de la movida “ No vamos a salir a lo loco a gastar los fondos ”. Todo, con ese tono de epopeya que el kirchnerismo le da a cada una de acciones.
Ciertamente, era difícil defender el papel de las AFJP, las comisiones que cobraban y, al fin, el gran negocio que hacían a costo cero con los aportes previsionales. Nada casual, la ley había sido aprobada por una mayoría abrumadora en el Congreso.
Y si bien las administradoras contribuyeron fuerte al desenlace, en aquel momento sólo unos pocos advertían que en la moneda había un reverso menos épico, más contante y sonante: una caja poderosa a la que se viene exprimiendo para fines bien variados.
Entre otras cosas, con fondos de la ANSeS el Gobierno maquilla y financia el rojo fiscal, banca obras públicas y, alguna vez, asistió a las terminales automotrices. También sostiene la Asignación Universal por Hijo, las cajas de las fuerzas armadas y de seguridad, los planes computadora y Pro. Cre. Ar y hasta auxilia al Banco Central en operaciones del mercado cambiario.
Hay cifras abrumadoras, por donde se mire. En 2008, antes de la estatización, el aporte del sistema de seguridad social a las cuentas fiscales ascendía a $ 7.133 millones. Y trepó a $ 26.133 millones el año pasado. En el trayecto que va de 2009 a 2012, el Tesoro Nacional le sacó nada menos que 80.000 millones de pesos: toda, plata que no se devuelve.
Y siguen las noticias para este boletín. Entre letras y bonos en pesos, el Gobierno lleva colocados en la ANSeS $ 18.482 millones. Y US$ 3.884 millones en títulos dolarizados. Son créditos por los que el Tesoro paga intereses, aunque inferiores a los del mercado, y debe saldarlos o refinanciarlos a su vencimiento.
Unas y otras, las cifras provienen del Iaraf, un instituto especializado en el análisis de las cuentas públicas.
El reverso de la moneda revela, al fin, que hubo bastante más que un hecho histórico, o sea, una herramienta al servicio de las necesidades fiscales y políticas del kirchnerismo. Y casi ni hace falta aludir al “no vamos a salir a lo loco a gastar” de Boudou: con la realidad alcanza.
Todo el tiempo el oficialismo bate el parche con el 1.153% que aumentó el haber mínimo durante la era K. El porcentaje impresiona, aunque muchas veces cuentan más los valores absolutos y este es un caso elocuente: el piso que cobran 4,5 millones de jubilados está hoy en 1.880 pesos. Cabe alguna duda de que es por si mismo insuficiente y, encima, dada la masa de recursos disponibles en el sistema previsional.
Mientras tanto, la ANSeS acumula miles de juicios sin pagar. Y a cualquier efecto, el argumento del titular del organismo, Diego Bossio, es que afrontarlos significaría desfondar el sistema. Con todo lo que está a la vista, podría haberse esmerado con el un discurso.
Fin de este episodio.
Ahora, la epopeya en el Banco Central. Decía la presidenta de la entidad, Mercedes Marcó del Pont, en marzo del año pasado, cuando se aprobó la última reforma a la Carta Orgánica: “Estamos recuperando plenamente la soberanía monetaria y cambiaria. Ahora vamos a vincular al banco con la economía productiva con inclusión social y empleo”.
En los hechos, la reforma implicó duplicar el monto de adelantos transitorios, ya permanentes, que el BCRA puede girarle al Tesoro Nacional para tapar los apurones fiscales. Otra vez, épica en un lado de la moneda y plata, en el otro.
Desde junio, el cambio le reportó al Gobierno $ 55.000 millones. Tan potente fue la guadaña que en sólo dos meses (noviembre y diciembre) el Tesoro se llevó adelantos transitorios por $ 40.000 millones.
Computando los que había usado de enero a junio, entre fines de 2011 y fines de 2012 el volumen total de anticipos saltó de 67.000 millones a 127.000 millones. Al cabo de 2010, alcanzaban a 36.000 millones. Eso también da una medida de la estrechez fiscal.
Aún así, no es todo. Si se suman las reservas traducidas a pesos y las utilidades, la cuenta final de 2012 arroja casi $ 122.000 millones. Al actual tipo de cambio oficial, equivalen a 24.600 millones de dólares. O a diez presupuestos enteros del Ministerio de Salud.
El festival continuará este año, aunque al costo de seguir deteriorando el patrimonio del Banco Central. La deuda acumulada por el Tesoro Nacional con la entidad por el uso de reservas y de anticipos ya supera la mitad de los activos de la entidad. Previsiblemente, eso tiene destino de pagadiós: en dólares, las obligaciones representan nada menos que US$ 60.000 millones.
Allí emerge, al fin, un formato del pregonado desendeudamiento. Y también una variante bastante menos épica del relato.
Tanto la chorrera que viene del BCRA como la que bombea la ANSeS significan recursos enormes que el Gobierno puede gastar discrecionalmente. Nada al alcance de los gobernadores, salvo que desde la Casa Rosada decidan tirarles algún salvavidas, siempre pequeño por definición.
Así, pasando por alto el estado de las cuentas propias y la disponibilidad de fondos, es fácil juzgar las políticas de otros. Y más todavía, cuando 3 de cada 4 pesos de la recaudación impositiva nacional quedan en la caja del poder central.
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