domingo, 2 de noviembre de 2014

La nueva vejez

GERONTOLESCENCIA

“Todo tiempo futuro será mejor”. Eso augura la medicina y lo confirman estos testimonios.

El nuevo reloj vital. La antigua vejez hoy llega mucho más tarde.

La medicina predice que en el siglo XXI habrá más ancianos que en toda la historia humana. Alexandre Kalache (67) presidente del Centro Internacional de la Longevidad de Brasil y encargado -por catorce años- del Programa de Envejecimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), acuñó el término: gerontolescencia (ver recuadro), una definición para la etapa que se inicia a los 60 largos. En otras palabras, “gente grande” y activa, que sigue adquiriendo conocimientos y no renuncia a la felicidad. En una charla con Mujer, Liliana “Lily” Kahan (68) y María Slide (75), dan cuenta de cómo disfrutan a pleno de esta etapa de sus vidas.

La intensidad, cada día
Psicoanalista y cantante de tangos, Liliana apunta: “Cuando mis amigas se ponían gorditas y se rompían las caderas, yo estaba cantando tangos en los escenarios”. Liliana vive en su casa-consultorio rodeada de libros de arte. “Muchas personas de mi edad se mueven entre la disyuntiva de ser jóvenes o viejos. Ser vieja, para muchos es mala palabra y tratan de aferrarse a una juventud como sea, algo que ya no es más; para mí, ser vieja es encarar un nuevo comienzo cada día y no lo digo por decir”.

Liliana se recibió de docente siendo muy jovencita, estudió danza y obtuvo su diploma de psicóloga en tiempo récord. Ella siempre vivió así, intensamente. Ejerció la profesión en un servicio de psicopatología y a los veintiocho se enamoró del que fue el padre de sus hijos. “El me llevaba dieciocho años. Era un bombón de 45, imprentero y fundador de Torres Agüero Editor. Me animé a tener una hija y un hijo a pesar de que él ya tenía tres de su anterior matrimonio. Trece años pasamos juntos y muy felizmente. Pero él murió a los 58. Quedé viuda joven, con 39, y madre de una nena de nueve y un varón de ocho”. Esto hizo que no conociera la crisis de los 40. “No tenía tiempo para esa clase de cosas”. Trabajaba y criaba a sus hijos. “Las dificultades a mí me hicieron fuerte. Sobrevivir me hizo la que soy”.

Después tuvo varias parejas, volvió a casarse, “cama afuera”, aclara. Ninguna de esas experiencias superó los dos años. Una gitana le pronosticó a los cuarenta y tantos -cuando se supone que las mujeres decaen- que ella iba a brillar. “Yo no entendía, pero a los 50, separada de mi tercer marido, volví a apasionarme por un hombre. No era una pareja. Yo la llamaba ‘una situación’: alguien absolutamente fuera del circuito de mis amistades, de mi familia. Siempre fui transgresora”, dice. “Se supone que a esa edad una le presta poca atención a su cuerpo y se deja estar. La otra idea es que hay que anclarse a lo joven a cualquier precio. Ni una ni otra. No sos joven y no estas para el geriátrico. Entonces, ¡viví!”.

No hacerse la pendex
“A mi hijo le divierte muchísimo cómo soy. En cambio, a mi hija no. Me quiere, pero no le gusto. ‘Ese vestido ya no es para vos’, me dice. Ojo, me pongo lo que me queda bien, no me hago la pendex, no hay que ser una adolescente perpetua. Si no, caes en el ridículo.” Y con la misma convicción sostiene: “Yo no tengo asignaturas pendientes. Sé lo que es el amor, la pasión, la ternura. Ahora sé también lo que es tener una nieta. Y laburar, bancársela. Yo iba de mi casa a la Facultad caminando por no tener ni un mango. ¿Qué casillero no llené? Muchas amigas me dicen: ‘Lo que pasa es que vos podés’. Y yo les digo, ‘¡Vos podés también! ¡Hacelo!’”.

¿El amor puede llamar de vuelta a los 70? “¡Qué significa de vuelta?”, protesta. Para ella, más allá de las parejas, cualquiera puede hacerse y rehacerse de mil maneras. “Pintar, bailar, cantar, qué sé yo. Ahora yo prefiero no estar en pareja, me cansé de negociar con otro. Y quienes se me proponen no me interesan. Hace unos años elegí cantar y ya saqué un primer disco ( Tangos… De Corazón ) y me encontré con el apoyo de músicos como mi maestro José Pepo Ogivieki, o Donna Caroll y Oscar López Ruiz, mis padrinos musicales. Confiaron en mis condiciones más allá de mi edad. Si me hubieran dicho que iba a grabar un discos ‘de vieja’, y que iba a cantar y bailar en público, yo hubiera dicho ¿están locos? Pero ya ves. Aquí estoy. ¡Vivita y coleando!”.

De Handel a Shakira
María Slide (75), estudió Letras y dedicó su vida a los libros y los viajes. Hoy, con 75 años, en su casa de Almagro, da un taller literario para gente de su edad. “Ojo, también tengo algunos chicos de cuarenta”, aclara. “Yo quería ser escritora, pero terminé siendo una buena lectora. Viajé mucho, demasiado, y por eso no encontré el tiempo necesario para dedicarme a escribir”.

Ahora, con tres nietos, cuatro hijos y viuda de tres maridos, el tiempo sigue quedándole corto para hacer todo lo que desea. Sus maridos, por sus trabajos, la hicieron conocer buena parte del mundo y ella siente que con cada uno de los llenó su “corazón de amor y de paisajes. Tengo como un rumor feliz en la cabeza con todos esos recuerdos. Pero a los recuerdos los uso para ejercer la memoria, no para quedarme en la nostalgia”.

María sigue en acción: coordinar el taller semanal y también juntarse con un grupo de amantes del cine para ver películas y después debatirlas. “Además, yo adoro el teatro y una obrita por semana siempre me veo. Pero están los nietos. A mi me gusta que me digan abuela, porque la palabra no suena como antes, cuando ser abuela o abuelo era sinónimo de estar al final del camino. Yo cada día despierto y me digo: ‘¡Uy...! ¿Qué hora es?’. Siempre tengo la idea de que se me hace tarde. Algo tengo pendiente, algo tengo que hacer, algún libro tengo que terminar de leer. Soy así, y ando bárbara. El médico dice que soy un milagro. Yo le digo que no, que no fui ni seré una santita. Me siento bien, los huesos no me crujen y leo sin anteojos”.

Al observar su casa, un confortable departamento de tres ambientes, por un reflejo perejuicioso, se puede suponer que allí habita alguien de 30 o 40 años. María dice: “Es que a mí no me gustan los anticuarios. Soy minimalista: muebles simples, colores claros, mucha luz y un buen equipo de música. Me gusta mucho escuchar Handel, pero también llego a Madonna. Su CD me lo regalaron mis hijos. Aunque, te digo, ¡me encanta Shakira! ¿Qué pasa? ¿Te da risa? Y, bueno, mirá, envejecer: también es algo nuevo”.

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