Por Norberto Véspoli
A pesar de mis años, tengo 70, nunca dejo de admirar la destreza y la facilidad de palabra que ostentan los abogados, los políticos y ciertos funcionarios, que con su oratoria logran convencer a las multitudes.
Pero para mí, la que se lleva los laureles es nuestra Presidenta, quien con sus palabras sencillas y de fácil comprensión logra convencerme de que estamos en el mejor de los mundos.
Cada vez que la escucho me doy cuenta de que en el país no hay inflación, no existe la inseguridad, no hay miseria ni indigencia y que en el Banco Central y en la ANSeS sobran los billetes.
Verdaderamente, me quejo de lleno. Lo único que me faltaría es que con su locuacidad tan avasalladora y persuasiva, me diera alguna “receta mágica” explicándome cómo debo hacer para vivir con cuarenta pesos por día. Este jubilado se lo agradecería eternamente.
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